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DEL #OSCAR QUE NO VOLVERÁ Y LOS VALORES QUE CON ÉL MURIERON.

  • vsanchezcarbajal
  • 23 sept 2016
  • 4 Min. de lectura

DEL #OSCAR QUE NO VOLVERÁ Y LOS VALORES QUE CON ÉL MURIERON.


Por: Victoriano Sánchez Carbajal.


El día de ayer 22 de septiembre de 2016 más de 82,000 espectadores veíamos en vivo a través de la red social Facebook el desenlace final de la decisión de Oscar, quien al serle arrebatado su menor hijo por el DIF de Mazatlán, determinó subir a una gran torre de cables de alta tensión de la Comisión Federal de Electricidad para atentar contra su vida.


Los esfuerzos de las instituciones del Estado mostraron su rostro con un precario equipo de cuerpo de bomberos quienes luchaban por buscar una alternativa para que bajara extendiendo una escalera la cual al principio no alcanzó el lugar de la torre donde Oscar se encontraba sentado y meditabundo, en tanto los comentarios de la transmisión de Reporteros Unidos en vivo, eran constantes señalando entre otras cosas “Ya mátate”, “Aviéntate ya”, “Anda buscando pokemones” “Apúrate y tírate que me tengo que bañar” Pocos gestos de solidaridad, mucho menos de oración.


Cuando finalmente las escaleras del carro de bomberos lograron estar casi pegados a los pies de Oscar, éste parado sobre la torre mostró la apariencia de querer comenzar a descender sin embargo la acción que siguió sin duda arranco los gritos de miles de almas en México, sobre todo de féminas, cuando apreciaron en vivo la caída libre de los últimos instantes con vida de Oscar muriendo finalmente al estrellarse de manera brutal su cuerpo sobre el asfalto.


Esto es simple y sencillamente una muestra de la decadencia de nuestra sociedad, donde se ha cambiado la solidaridad por querer preservar una vida humana por el vivo desinterés de los semejantes y por el contrario incitándole a morir de una buena vez que a fin de cuentas a nadie le importa.


Esto es el resultado del fallido intento de los Gobiernos por establecer políticas públicas que realmente fortalezcan a las familias, donde predomina por un lado el demagógico discurso de fortalecer el tejido social y a la célula más importante de la sociedad como lo es la familia y por el otro donde se brindan todas las facilidades para que la institución del matrimonio se disuelva con la más simple decisión de una de las partes quedando al garete los hijos y provocando en consecuencia la desintegración familiar. Esto es el resultado, si, de una sociedad moderna, donde los jóvenes dirán: “¡Uf, que anticuado! Si lo de hoy es vivir y morir a libre voluntad sin remordimientos” Porque eso es ser moderno, un mundo donde la antigua moral y los valores no tienen más cabida, más cobijo ni tampoco son ejemplo a la niñez.


¿Cuántos niños habrán visto ese acontecimiento en vivo en redes sociales? ¿A cuántos servirá de ejemplo a seguir esa acción? Pero sobre todo, ¿a quienes les importa realmente la vida de los demás, la vida de sus hijos, de sus hermanos, padres, familiares o amigos? ¿Ha escuchado a su hijo pequeño decir “me quiero morir”? Si es así preocúpese y ocúpese usted como padre o madre porque la muestra clara está, nadie más lo hará cuando esté intentando hacerlo realidad.


Hoy por la mañana al pasar por la avenida ejido en Acapulco, justo en la entrada de la Escuela Justo Sierra, al llevar a los niños a la escuela, el mayor de ellos gritó “¡lo mataron! Está tirado sobre un chorro de sangre con la cabeza ensangrentada.” Si lo vio o no, eso es lo que a diario encontramos en nuestra sociedad decadente que vuelve poco a poco a la ley de la selva, eso es lo que hay de manera constante en la psique de todo individuo, en el pensamiento de los hombres y mujeres con el temor de que quizá hoy no volverán a casa porque se vive donde predomina la ley del mas fuerte, del que tiene armas a la mano para defenderse o matar, del que tiene armas a la mano para extorsionar y reclutar a menores para que sigan matando ante la total complacencia de un estado fallido, donde las instituciones son simples parapetos que no tienen ni la estructura ni los recursos para tratar de “imponer” el estado de derecho, pero sobre todo no tienen la voluntad política para hacerlo, porque juntos con la delincuencia están coludidos, corrompidos y podridos en una caída como en la que cayó Oscar y que muestra no tener final.


El Oscar que ayer murió, pudo haber sido cualquiera, usted o usted, amable lector, pudo haber sido su padre, su hermano, su hijo, su familiar o su amigo, pero he ahí una muestra de los comentarios, donde un 80% eran de incitación a que se muriera de una buena vez, de iconos de diversión y no de frases solidarias, aunque finalmente quizá de nada servirían a aquél individuo, pero que mordazmente es lo que a diario construimos en México, primero con la mente en esa energía que poco tarda en transformarse en realidad, en la muerte del ser humano, en la pérdida de sentimientos y remordimientos, en la construcción de una verdad que destruye y es alimentada por la propia sociedad.


La pérdida de los valores morales, entendida la moral como todo lo relativo a los usos y costumbres en una sociedad para hacer lo bueno, sin duda día a día van cambiando. Saldrán los iluminados ultra modernos a decir y blasfemar que no son necesarios los valores, que todo eso es paja y mecanismos de sometimiento, que lo de hoy es vivir y decidir sobre la vida propia y de los demás sin que cuente la voluntad del afectado, en plena libertad. Más lo cierto es que esta realidad nos ha alcanzado y con la misma espada de justicia tendrá que llegar el momento de reestablecer el estado de derecho en esta sociedad.


El Oscar que ayer partió, el Oscar que no volverá simboliza la misma pérdida de valores que, ante una sociedad indiferente por la vida del propio ser humano, o se recuperan dichos valores a espada, sangre y fuego, o se escriben nuevos, acorde al entorno de nuestra sociedad, donde la muerte del prójimo nada importe, donde impere la fuerza a través de las armas, donde el Estado continúe en su omisión de preservar el desarrollo integral de la familia y otorgar seguridad pública, donde la protección civil sea un fracaso constante del estado mexicano sin importar la vida de los demás.


Por los niños de hoy vale la pena el esfuerzo por una mejor humanidad en el planeta tierra el día de mañana.

Que tengan un feliz fin de semana.


 
 
 

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